Un satélite artificial
de artificios siderales
dentro de un patio de corolas colosales,
es tu armisticio en la noticia, donde sé de tu esencia.
Refulgen estrellas combativas
enmedio del sol reluciente.
No mires la tristeza, sobreponte.
Por lo demás, existen los sueños
y el esmalte acrílico de cuadros renacentistas modernistas.
En la gloria cabal
de la inteligencia más profunda,
ví tu estela, tu vida agitada movida por la solidaridad,
tú, libertad ideológica,
a la izquierda de la frontera.
No pasarán los bolardos,
aquellos traicioneros zagüeros de lo vilipendiado.
Un peine de plumas y los goliardos que no se perfuman
con las flores, se van, simplemente.
Abrí mi mente y contemplé un paisaje
de amistad posible en la sororidad de la eterna posibilidad,
en una ciudad fecunda de fecundos gigantes davides,
que luchan siempre sin maldad,
a través de su corazón rojo,
y sus anteojos
vigilando la esperanza futura.
He cruzado muchas puertas y reconozco mi derrota episódica,
y sin embargo, aun mantengo la cabeza bien alta
al reflectarme sobre un lago de cisnes blancos puros
que navegan con sus alas enfrentando a los buitres negros.
Cuando veo a la urbe y al colectivo,
me alegro de la resistencia
tras el arcoiris
de las pasadas lluvias de verano,
camino de un invierno venturoso,
creando las realidades de una lógica natural esperable.
Solamente hay que construirla
allí donde reina la brisa
de un paisaje de sonrisas y vientos suaves de poniente.
En mi Mediterráneo adorado,
que nunca se marchó.