Poematizando los hábitos atómicos

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Sincretismo en mi pensamiento puro, de razonamiento afable,

eclectismo aparte, soy naturalmente de corazón asceta,

también.

Soy como el nenúfar que con sonrisas convierte las hojas en ninfas,

alejadas de Apolo, henchidas de la fuerza de las amazonas acuáticas.

¿Por qué se va mi grupo de rock predilecto?

tanto afecto colapsa el alma nostálgica.

La Patrulla X que me llenó la infancia de ilusiones prematuras,

me cuida con holgura en mi presente,

repleto de valores y ternura.

Chopin, olvida mis vaivenes,

Tchaikovsky, adereza mis tardes con valentía presta,

hojeando libros y estrellas,

¡ya se acerca el cenit!

y con él la belleza

de este bodegón de naturaleza muerta

cuyos obsequios son meramente intelectuales.

Aquella bailarina y el soldadito,

aquellas Nancys que jamás conocieron

mi alto feminismo,

me conminan a conjurar lo perdido

para ganar la batalla del buen aforismo.

Sensatez y Gracián,

darle un euro a un mendigo,

aspirar la fragancia del tulipán,

solo por aspirar,

nocturnos, sinfonías, el Réquiem de Mozart

una noche de insomnio recordando a mi Colau,

un perrito singular.

Quizá haga un viaje sideral por los sueños de deseo,

como diría Freud,

que no cumplen más que un incumplimiento desfigurado,

aun cuando la censura no sea de mi agrado,

persistiré en la simbología del arte,

autodidacta, barroco o Realista.

Artista, sigue poemando deprisa,

si bien, la vida no sea más que un trasiego

de momentos atómicos trasladados los hábitos al uso.

Un porcentaje de a poquito ratio a ratio

para profundos cambios progresivos,

aun cuando algunos aun sean infinitesimales,

persistiendo en el tiempo

ponderando el ensayo y el error,

la emulación y el buen aprendizaje cognitivo.