Siendo mármol vencí la claustrofobia de mi vida,
si, fue una etapa anodina,
la que perdí, la que gané, dos batallas aturdidas.
Cae la noche
y amanece, después, en mi comprensión del laberinto.
Atrás corinto,
Rodhas ya llegó.
Salté un gran trecho,
desde el laberinto de Creta,
Polifemo, esa gran afrenta mitológica,
para leer después de caer la tarde,
después de la clase,
sí. Amorticé mis errores y conjuré a mis fantasmas.
Dama, dama, señorita de las encrucijadas,
sibila de la Galaxia de Andrómeda,
cuando revisaba también algo de literatura fantástica,
nunca te creíste la caída de Sodoma y Gomorra.
El llanero solitario es tu llamado pendenciero,
de una niñez reprobada,
no me seas fiero, viejo abad,
ni tú tampoco Cancerbero,
cuando sueño lo que sueño,
tras de mi gran fatalidad de desencuentro
de aquellos que ya no están,
que no me asustan las veleidades.
Sencillamente, pude luchar y vencer,
frente a las adversidades.