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Estelada de oquedades
donde resurgió el pasado,
no siempre eres hado,
ni siquiera azarosa vida,
pues hubo un principio de filantropía,
niñez jamás truncada.
Hierve el mar en calentura
cuando repaso mi sorpaso,
desde la calidad y la ternura, a pesar de todo.
A pesar de todo fuiste madre, mi diosa de la fortuna,
mi dios teísta y mi apoplejía de infinitesimales décimas febriles.
A pesar de todo y de nada,
los rencores se enterraron
en un bodegón de naturaleza muerta
en la que crece la hojarasca
y de un tiempo a esta parte
de ciclogénesis engañosa;
todavía veo los árboles, las ardillas y gaviotas
otear desde allá arriba o abajo en suelo yermo,
mis dilemas sin destemplarse.
Porque río soy, tierra piso, tenedurías economicistas
mes a mes donde no malvivo.
A pesar de todo, mi madre será la ciencia y la literatura,
en connivencia con la filosofía,
psicología en mano, porque aprietas cada tarde
en mis horas de gimnasio y también de biblioteca.
Quien sueña tan solo pesadillas
y las recrea en su vigilia
no puede observar al Sol,
ni a las nubes y avecillas.
Siempre buscaré adentro,
entrañas fibrosas plenas de ejercicios,
distractores internos y externas me esperan
por aquellos caminos polvorientos
de un futuro organizado
según el libre albedrío me lleve,
según mis capacidades que miran estrellas y oquedades,
desde donde rellenar los escasos tiempos muertos.